lunes, octubre 25, 2010

De Copenhague a Cancún vía Cochabamba - La urgencia de soluciones verdaderas

GRAIN

Es evidente que hoy entre la gente común hay una percepción más vasta de la complejidad de las crisis actuales. En los últimos años, los pueblos, los movimientos sociales y las organizaciones de la sociedad civil han construido un diagnóstico certero, detallado y vasto de los efectos nefastos de la agroindustria y el sistema alimentario mundial sobre el calentamiento global, y de la devastación generalizada que el capitalismo provoca al producir riqueza para unos cuantos.
Durante la XV Conferencia Internacional sobre Cambio Climático celebrada en Copenhague en diciembre de 2009, la cerrazón de los gobiernos de los países más culpables del calentamiento global provocó que, de manera inédita, en abril de 2010 un gobierno, el de Bolivia, promoviera en Cochabamba una reunión con los movimientos y organizaciones sociales, indígenas, campesinos, ecologistas para pensar juntos, con bases reales, un diagnóstico descarnado de las posibilidades de vida y futuro que nos quedan como conglomerado humano.
Tras Cochabamba, la reflexión colectiva, con la experiencia y los saberes ancestrales de los pueblos de muchas regiones, más el cotejo de investigadores honestos, reafirmaron la urgencia de que la gente reconstituya su propia historia, impulse su autonomía, asuma un control territorial comunitario, reafirme las prácticas ancestrales y contemporáneas de una agricultura campesina, cuidadosa de la vida y su equilibrio en la Tierra, y defienda el cultivo y la procuración independientes de alimentos propios. Es urgente también que los pueblos rechacen los programas, proyectos, políticas públicas y los mecanismos de mercado (como REDD) con los que se trafica con el aire y con el trabajo de cuidado que las comunidades han tenido de sus bosques, porque no resuelven el problema de fondo y sí atentan contra la justicia y las posibilidades futuras de nuestro planeta.
Tal vez entonces la XVI Conferencia de Cambio Climático en Cancún sea el escenario para expresar el primer rechazo global a la devastación provocada por el modelo industrial que se nos ha impuesto.

El desnudamiento de Copenha-gue. Sin duda la XV cumbre sobre cambio climático a fines de 2009 dejó una insatisfacción general ante la actitud de los llamados países desarrollados. Vía Campesina resumía la situación el 19 de diciembre en un comunicado de prensa: “Los gobiernos del mundo se han mostrado incapaces o reacios a realizar los cambios necesarios para encontrar una solución justa al caos climático actual”. La queja principal era [y es] que las negociaciones estuvieron marcadas por intereses individuales y ‘soluciones’ de mercado totalmente ineficaces, pero que abren la puerta para que las corporaciones puedan seguir haciendo negocios, sin importarles que las condiciones se recrudezcan y sea mayor y más inmediato el riesgo para el mundo (empezando por la población más frágil o aquélla que los poderes menosprecian y tienden a sacrificar).
“No se debatieron ni se consideraron recortes drásticos en las emisiones (incluidos en un acuerdo vinculante)”, insiste la Vía, “ni la reorientación de las economías de agro-exportación, la reforma agraria, y otras medidas que podrían contribuir a disminuir el ritmo del calentamiento terrestre”. Los gobiernos se negaron a considerar siquiera las alternativas reales ofrecidas por los movimientos sociales internacionales, los grupos ecologistas, los pueblos indígenas y otros. En cambio, y pese a que el “acuerdo de Copenhague no menciona explícitamente la agricultura, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático “quiso incluir el suelo”, dice el boletín de prensa de la Vía Campesina, “entre los métodos para capturar carbono e incluir la agricultura en su transferencia de tecnología, abriendo así el espacio a las compañías transnacionales para recibir subsidios con el fin de introducir semillas transgénicas y métodos de agricultura industrial como la labranza cero. Ésta es precisamente la fórmula de desarrollo agrícola que nos ha llevado a la crisis social y ambiental”.
El investigador George Monbiot reflexiona que cualquier viraje en la temperatura global reduce el rango de lugares que pueden sustentar vida humana. Por eso en la última era glaciar, los humanos quedaron confinados a latitudes más cercanas al ecuador. Un calentamiento global “tendrá el efecto opuesto: empujará a la gente a latitudes mayores, sobre todo conforme disminuyen las existencias de agua”.

PARA LEER EL RESTO: http://www.grain.org/biodiversidad/?id=496

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