miércoles, abril 21, 2010

EDITORIAL DE HORIZONTE SUR A LA INTEMPERIE DEL 20 DE ABRIL DE 2010

En la localidad de Cochabamba en Bolivia, muchísimas organizaciones populares están debatiendo sobre los grandes temas de nuestra época. Los procesos de cambios sociales producidos a lo largo de la América Latina han sido mucho más rápidos que la capacidad de los pueblos en pensar nuevos modelos de sociedad, de sus posibilidades de pensar en Estados nuevos en transición o acaso en construcción, y en especial, de pensar nuevos modelos de desarrollo que escapen a las lógicas de hierro de los intereses globales y de los criterios tradicionales del Crecimiento. Se debate sobre los derechos de los hombres y de los Pueblos, pero también sobre los derechos de la Madre Tierra, se debate sobre la posibilidad de un Estado que sea capaz de conducir procesos de emancipación frente a los poderes corporativos y que a la vez pueda asegurar consensos y participación a los diversos sectores de la sociedad compleja de nuestros pueblos. No será fácil resolver los nuevos desafíos, se reflexiona sobre el inicio de un camino que acumula muchas esperanzas y bastantes desaciertos, proseguirlo en el sentido de alcanzar horizontes de Soberanía alimentaria y Justicia Social, será fruto inevitable de una práctica que se ira desenvolviendo con ensayos y errores…

De todos modos, aquellas búsquedas de nuestros pueblos hermanos indican un direccionamiento del que los argentinos, nos encontramos lamentablemente distantes. Nosotros, seguimos embrollados en nuestros propios simulacros y discursos, simulacros y discursos que reproducen como una caricatura los conflictos y las antinomias no resueltas de una generación. Seguimos atrapados en los sueños que tuvimos y en las frustraciones gigantescas que los acompañaron. Hoy esos sueños fermentados por los nuevos apetitos de poder y por los negociados innumerables e inconfesables, destilan ese modo corporativo y cuasi empresarial, en que se configura la política. Hemos declarado al año anterior como año escalabriniano y no pudo haber mayor burla para el maestro, que el de nombrar con su nombre el año de la gran impostura. El año en que confundiendo al enemigo y llenando de dineros mal habidos al complejo sojero aceitero, se dividió al país con la llamada crisis del campo, reviviendo como en una trágica comedia, los enfrentamientos con la rancia oligarquía vacuna, mientras las campañas políticas presuntamente populares las conducía Néstor Kirchner, desde las oficinas lujosas de Eduardo Elsztain en Puerto Madero. Digamos para quienes no lo saben que, Eduardo Elsztain es el dueño de las corporaciones IRSA y CRESUD, el que en combinación con Soros, se apropió del Banco Hipotecario en tiempos del menemismo, el tesorero del Consejo Judío Mundial y por lejos, el mayor dueño de tierras de la Argentina.

Dice a propósito de ello, Fabián Spollansky en su libro denominado “La Mafia judía”:En el mes de enero del 2008 Eduardo Sergio Elsztain se entrevistó lejos de los despachos oficiales con Martín Lousteau, entonces ministro de economía, y le sugirió elevar “nuevamente” las retenciones. Estas ya habían sido elevadas dos veces durante el 2007. Más allá de los intereses fiscales en juego, Elsztain necesitaba esta medida para incrementar aún más su ganancia extraordinaria. Sabido es que existe una ganancia extraordinaria básica por el precio internacional y porque la demanda sigue creciendo en el Extremo Oriente. Pero para poder hacer más fáciles los negocios de penetración terrateniente en Brasil, en Paraguay y en el Este boliviano, le hace falta a la mafia más y más dinero. Esos recursos deben ser extraídos de la gran masa de productores en negro, que ante el crecimiento de las retenciones habrían de quedar a merced de los acopiadores y de los grandes cerealistas exportadores, de los cuales Elsztain y su amigo Marcos Marcelo Mindlin , son los primeros. El negocio es simple. Cualquier persona puede entender esta lógica de la superganancia fácil sobre un sujeto extorsionado doblemente, por el aparato fiscal del gobierno y por el gran capital concentrado. Una asociación perfecta: la mafia obteniendo una ganancia extorsiva, mediante la utilización, no de pistolas o “luparas”, sino de un arma mucho más efectiva, el aparato fiscal del Estado. La gran masa de productores en negro, aquellos a los que el propio fisco no incorpora deliberadamente, se ve obligada a realizar operaciones a pérdida que para intermediarios, acopiadores y cerealistas exportadores son ganancia redonda. Eso motivó el larguísimo paro granario en rechazo a la política fiscal del gobierno, que a los cerealistas no les significó absolutamente ningún riesgo ni mucho menos, costo adicional. Encabezados por la mafia Elsztain , trajeron 4 millones de toneladas de saja del Paraguay que llegaron a Rosario en convoyes de balsas por la Hidrovía del Paraná. La larga huelga agraria produjo desabastecimiento y, a la vez, un tremendo desprestigio del gobierno, pero los grandes cerealistas silenciosamente, siguieron ganando dinero y consolidaron su expansión en todo el MERCOSUR. La mafia Elsztain avanza rápidamente en el territorio sojizado. Lo obtenido como ganancia extraordinaria con la crisis lo utilizará para extender sus latifundios en Goiás y en el Matto Grosso”.[1]

Nuevamente, como en los años setenta, los grandes entrampamientos manejados por los ocultos personajes que tiran de los piolines, han logrado comprometer a una generación. Ahora la historia ya no es una anécdota más, en la larga lista de ridículos fracasos políticos del pingüino o una entrada de cientos o de miles de millones dólares en las cuentas de un grupo corporativo, la historia ahora es asimismo, una memoria colectiva de esfuerzos y derrotas, que incorpora adrenalina en decenas de miles de activistas que sienten que expusieron su cuerpo en una confrontación, y que no podrían soportar la conciencia del ridículo de haber sido usados en una maniobra casi inverosímil… Esto me recuerda mucho a los centenares de viejos militantes que volvían a reencontrarse en las convocatorias del Chacho y del Movimiento de Renovación Peronista en los años noventa. Eran como los viejos y entrañables socios de un Club que se convocaban de nuevo y los mitines se llenaban de abrazos memoriosos y de intercambios de números telefónicos. Muchas veces me pregunté qué fue luego de tantos viejos amigos, amigos que aportaron sus expectativas candorosas a ese frustrado renacimiento alimentado por la revista UNIDOS y por las usinas ideológicas de la FLACSO. Para muchos repasados de candor, fue un golpe más a sus ilusiones, tal vez un golpe decisivo, vivieron el fracaso estrepitoso del Chacho como un fracaso personal que los apartó para siempre del quehacer político. Para muchos otros fue un golpe también, pero a sus mejores sueños, ahora son meramente funcionarios y acumulan sueldos y prebendas, las ilusiones y las utopías, quedaron enterradas en el pasado, mientras ellos devinieron duros actores del poder y despotrican contra quienes disienten. Son los mismos que nos echaron de la Radio Pública. Gritan contra la derecha cuando uno desde el espacio de los damnificados, ya no sabe qué es la derecha y qué la izquierda, porque la izquierda de ayer está ahora en cargos funcionariales tal como están ellos, y resulta que se comportan de igual manera que lo hiciera o lo hace la derecha, y apelan a cualquier subterfugio para mantenerse en los miserables cargos de poder que ocupan.

Tal como en la lógica unidireccionada de la actividad empresarial, la sucesión de errores históricos no pareciera intentar repararse revisando lo actuado, sino añadiendo discursos a las viejas mentiras, confusión a los galimatías ideológicos y desatinos a los muchos desvaríos de una generación que, como pocas, parece marcada por la tragedia argentina, y para no hallar su propio destino sino en el rol de frustrar y desnaturalizar al Movimiento Nacional. Gritan contra los jueces pero los permitieron, los avalaron, los respaldaron durante más de 25 años de democracia fraudulenta. Gritan contra los sojeros pero no hacen sino respaldar todas las políticas que conducen a una mayor sojización, mientras se extiende y se naturaliza en la dirigencia política y sindical el hábito de invertir en campos para soja y con ello subsidiar las luchas por el poder o la permanencia y reproducción de los cargos con que cuentan. Gritan contra los multimedios, porque quebraron el maridaje que con ellos tuvieron durante años, y porque a la sombra de la nueva ley de medios se disponen a ensayar nuevas y masivas experiencias de radiofonía y de televisión comunitaria y digital, que respalden las políticas de asistencialismo que se justifican en las retenciones a las exportaciones y en el simulacro de discursos progresistas con que naturalizan la Republiqueta sojera. Compréndase, la urbanización desenfrenada a que obliga la cada vez mayor sojización, requiere una modernización y una extensión masiva de las redes de entretenimiento y de contención de la protesta social. La consigna futbol para todos es suficientemente expresiva de esas políticas de modernización, funcionales al país colonial. De tal manera, las nuevas movilizaciones y las luchas a que se nos convoca desde los medios estatales convertidos al más brutal oficialismo, son parte de la consolidación de un modelo de país productor masivo de forrajes y de agrocombustibles, un país que ensaya por izquierda, maniobras progresistas de acomodamiento al rol colonial que nos imponen las Corporaciones como Monsanto, Bunge, Cargill y Singenta.

Ayer en la mañana me llamaron de un pequeño pueblo de Entre Ríos que se llama Santa Anita. Ese pueblo está poblado por descendientes de alemanes del Volga y no debe tener mucho más de un centenar de habitantes. Me llamaron a partir de haberme visto en un programa televisivo que denunciaba las consecuencias de las fumigaciones, y quien me llamó, describe un panorama aterrador. En Santa Anita los abortos y las malformaciones son casos corrientes, muchas de las embarazadas tienen pérdidas, temor y angustia por los hijos que parirán, gran parte de la población está enferma de diversos males relacionados a la contaminación con agrotóxicos, y todos tienen miedo de confesar su situación porque el poder local es de los sojeros y de los fumigadores que, entre la vida y ganar cada vez más dinero, han optado definitivamente por el crimen de la Soja y por comprarse cuatros por cuatros... Sí, el miedo impero en Santa Anita como en tantos otros centenares de pueblos y localidades donde los grandes pooles y corporaciones tienes sus bases de producción o de almacenaje, donde el presidente municipal es sojero o dueño de empresas fumigadoras y donde el común de los vecinos son enfermos crónicos, atrapada su existencia en un medio absolutamente contaminado.

La formación histórica de una generación lleva muchos años y suele ser el resumen de muchas luchas y de muchísimas experiencias colectivas, que se dan cita en ciertos sujetos emblemáticos y referenciales para quienes la componen. Esta generación que nos gobierna se piensa todavía a sí misma como progresista, y se visualiza en el arduo rol de enfrentar a fuerzas retrógradas, cuando en realidad esta simplemente modernizando y emprolijando el modelo neocolonial de una Argentina que registra miles de casos como el de Santa Anita. Hasta ahora han hecho oídos sordos a las denuncias de ese genocidio silencioso, aunque tal vez muchos en su interior y en medio del aturdimiento y la confusión alimentada por las propias usinas, lo estarán ya justificando como el precio de una modernidad que permite mantener niveles de crecimiento chino, tal como les gusta ufanarse… Me pregunto cuánto demoraremos en conseguir que lo reconozcan públicamente, que los crímenes de los que son responsables al respaldar este modelo, no les permitan continuar diferenciándose de aquellos a los que juzgan, y que esos reconocimientos rompan el pacto de silencio de una generación, y se nos permita entonces, retomar las tareas históricas e inconclusas del Movimiento Nacional y del proceso de Emancipación.

Jorge Eduardo Rulli

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