martes, septiembre 19, 2006

El Teatro de la UPR, ¿…de todos, para todos?

Carta abierta a las Juventudes Socialistas

por Gazir Sued1

“No entendí muy bien,

si nada que vender o nada que perder,

pero por lo que parece

tiene usted alguna cosa que les pertenece.”

(Disculpe el señor) J.M.Serrat


…por lo que pueda valer, escribiré lo que pienso. Y no haré alarde de credenciales patrióticos añejos para legitimar hacerlo, como ha resuelto hacer el señor Silverio Pérez, cuando manosea estelas de nostalgias y lamentos retóricos para certificar su postura política actual. Más que su estilo narrativo, resulta en extremo sospechoso que para sostener su punto de vista tenga que recurrir al uso de argumentos demonizadores de las juventudes socialistas, idénticos a los que en su juventud imponían (para la interpretación de los hechos) los jerarcas y políticos inquisidores de independentistas. Él, como tantos otros antes perseguidos y estigmatizados por sus creencias políticas, sobre todo las convertidas en acciones, tiene acceso privilegiado a los medios de información masiva, a los más efectivos dispositivos culturales de construcción de opinión pública y, lamentablemente, de manipulación ideológica y estigmatización política. El saldo de la criminalización política de las protestas, de la demonización de los protestantes, es siempre de violencia. “No hay peor ciego que el que no quiere ver” –afirma este afamado humorista- como si acaso la condición de no-videncia fuera impedimento para el uso de la razón. ¡Cuidado, Sr. Pérez, con el lenguaje que usa, no vaya a ser que de chiste en chiste se atragante y asfixie con su propia lengua! Para el Sr. Pérez, la noche del sábado las juventudes socialistas, “pobres muchachos, pobres en cultura y valores humanitarios”, “se convirtieron en turbas” y “su confusión era tal que coreaban consignas marxistas mientras practicaban el fascismo.” Evidentemente exagera este señor de la farándula local, y al parecer no sabe -o no interesa saber- que su exagerado dramatismo retórico tendrá consecuencias nefastas para los universitarios. Lo cierto y triste es que el grueso de las publicaciones mediáticas favorecen, repiten y reproducen este estilo, antagónico con el principio de reflexividad y pensamiento crítico que debiera prevalecer entre los estilos universitarios. Estilo que, sin embargo, no debemos exigirle al Sr. Pérez, no al menos del mismo modo que nos lo exigimos los universitarios… pues él no es universitario, y sí las juventudes contra las que arremete y sobre las que seriamente descarga su mal humor en su labia.

Al igual que él, el editorial del periódico El Nuevo Día coincide en que de lo que se trató esa noche del sábado fue de un “abuso del derecho a protestar”, que con “actitud hostil y temeraria” “los estudiantes provocaron el disturbio” y “mantuvieron secuestrada la libertad de cientos de personas que acudieron a celebrar la apertura del teatro.” “Fue, en resumen, el acto bárbaro de un grupúsculo de agitadores que pretendió por la fuerza hacer valer su punto de vista.” –afirma sin reparos y muy seguro de sí El Nuevo Día- La ironía, sin embargo, es que las razones que gozan de un espacio privilegiado en la prensa, tienden a proponer que para contrarrestar la fuerza de los empujones sería muy a bien tenida, legítima y necesaria, la intervención de la fuerza bruta de la policía, que ya no sólo también empujaría sino que, además, rompería cabezas… para que al fin, mírese como se mire, los más privilegiados puedan disfrutar sin reserva de conciencia de la cultura sinfónica que les procura el capital del que disponen… Los tiempos han cambiado, es verdad. Pero los pobres siguen siendo pobres y cada vez más, -como nos canta Serrat, a propósito del difunto Carlos Marx- y lo mejor de la producción cultural, un privilegio al que se hace cada vez más difícil accesar… Creo que en la defensa del principio de un Teatro de la Universidad para todos vale la pena soportar algunos que otros empujones ocasionales, imprevistos o imprevisibles, sin dejar nunca de trabajar arduamente por ganar la simpatía de la causa con las mejores razones, como por meses llevan haciendo un cada vez más nutrido grupo de estudiantes. Es esa historia, la que no se cuenta, la que no debemos obviar… En este sentido, los universitarios no debemos sacar de su justa perspectiva lo acontecido la noche del sábado. Ignorarlo es hacerse cómplice de las violencias represivas que, por ignorancia o voluntad política, habrán de ocupar su lugar…

La verdad es que la balanza se inclina cada vez más a favor de la intolerancia institucional, y los prejuicios parecen seguir teniendo más peso que las razones. Algunos profesores cultivan elocuentemente la irresponsable e insensible complicidad a favor de la confusión pendenciera; voces intelectuales que, en lugar de animar la duda sincera, promueven rencores y riñas… como el escrito de la profesora Silvia Álvarez Curbelo, publicado hoy, 19 de septiembre. Allí donde la profesora universitaria debió poner un voto a favor de la reflexividad sensible, impuso palabras maldicientes, tergiversando los hechos, sacando exagerada y dramáticamente de proporción lo acontecido y, por defecto, alentando confrontaciones. Esto dice la profesora Álvarez Curbelo de las juventudes socialistas universitarias: “El sábado en la noche, fascistas trasnochados (…) irrumpieron en una sede de la cultura y silenciaron al Coro de la Universidad (…) Los fascistas (…) irrespetaron un espacio público, atropellando a los que asistían (…) y creyeron silenciar la cultura” ¿Pero, de qué habla esta señora? ¿Quién, en su sano juicio o sin premeditada malicia política, puede confundir las barbaridades de los regímenes fascistas europeos con una protesta no-violenta, performativa y universitaria, en la que los estudiantes, con camisas rojas se acostaron en el piso interpretando con sus cuerpos la alfombra roja por la que deberían pasar los asistentes al espectáculo de apertura en el Teatro? (Las camisas rojas, para quien todavía no se haya enterado, no eran el símbolo de la militancia socialista uniformada sino el color del vestuario de un genial y creativo acto de protesta estudiantil, cultural y política.) Sin embargo, la señora profesora –eco irreflexivo de la carta a coro publicada ayer por el presidente de la Universidad y la Rectora del Recinto- insiste en condenar el legítimo acto de protesta como si se tratase de un atentado moral y mortal contra la cultura. Su terrible dedo acusador razona a fuerza de martillazos retóricos, que he preferido omitir de las citas en los paréntesis suspensivos, porque son imágenes sacadas de contexto, forzadas para la ocasión y que, además, me avergüenza siquiera repetirlas. Con marcada entonación elitista, la profesora deja leer entre las líneas de sus insultos y acusaciones su abierta postura política: “ridículos fascistas”, “pobres diablos”, de “binarias mentes organizadas por clichés” y “fascistas criollos”; “acogidos al subsidio público, mangoneados por una Universidad que no carpetea”. Esta es su conclusión: “…en la Universidad de Puerto Rico, un grupo de fascistas fusilaron, sin balas pero con dolor, sin inteligencia mas con alevosía, una casa de la cultura. (…) Lo hicieron porque sí, por banalidad. Como opera todo fascismo…”

Lo que no sabe esta señora, o no quiere que los demás sepan cuando la lean, es que ese sábado no se puso en juego la cultura, sino todo lo contrario. La cultura sin consciencia es cultura de muerte, es mero espectáculo, entretenimiento para los adinerados; un lujo ocasional para los más empobrecidos en la sociedad de consumo... La palabra cultura es una categoría política, y está siendo manipulada por retóricas terroristas, por engaños hiper-dramáticos y exageraciones morbosas, como tanto gusta a la prensa amarillista. Esta práctica institucional es un signo de que lo político siempre le es intrínseco a lo cultural. La cultura no es sólo ir al teatro y disfrutar pasiva y cómodamente de los grandes talentos programados para subir a escena por un precio en dinero y para quien lo pueda pagar. La cultura es mucho más que eso. A la cultura de las artes les es propia la cultura de la vida política, y la cultura política es la clave de la existencia de la Universidad, que nace de ella y desde ella reproduce y se procura sentido y valor para su existencia. La Universidad es la casa de las dudas y de la reflexión crítica, y a toda duda le corresponde una confrontación; un choque; una lucha con alguna razón tenida y creída por verdadera; a veces reforzada con certidumbres amuralladas y protegidas por razones trocadas alambres de púa y serpentinas de intolerancia…

¡Dejémonos de remilgos y quisquilleos! La noche del sábado no aconteció ningún dramático atentado contra la cultura, simplemente se canceló una función en el teatro. ¿Cómo comprender sensiblemente lo acontecido? ¿Cómo pensarlo en términos universitarios, a la altura de lo que debiéramos exigirnos para estos tiempos, quiero decir, al calor de los hechos, lo que lo posibilitó y por lo que se hizo posible? Pienso que quizá no sean guantes de hierro lo que deba usarse para tocar el tema, sino simplemente limpiar los lentes para mirar sensiblemente…

Esta es una interpretación posible, a mi modo de ver, acorde del espíritu universitario que debe prevalecer: La noche del sábado fue un repliegue de lucha simbólica, como lo es toda lucha política. En el plano de la razón política del estudiantado, se representó en los actos de protesta una contradicción con lo que representan las personalidades de la alta sociedad, los estilos de vida que promueven y los valores que sostienen. El análisis de lo acontecido que no tome esto en consideración es un análisis a medias, o mejor, no es un análisis sino una mera opinión desinformada, ignorante e ingenua. Los universitarios debemos devolver el sentido político a los actos, porque de lo contrario las palabras agotarán sus potencias significativas, y de tanto querer decir no dirán nada, y en su lugar se devolverán las violencias físicas, allí, al lugar que podría ocuparse por razonamientos sensibles...

De entre el público representado institucional y mediáticamente como la dolida víctima de la noche han sido ocultados quienes expresaron solidaridades con los protestantes. Tampoco se exaltan los que con trajes, peinados y accesorios costosos, sacaban monedas de sus bolsillos y se los tiraban a los estudiantes. Acosos y provocaciones, insultos y empujones son parte de la naturaleza social de los procesos políticos, y donde quiera que se provoque una confrontación, muy probablemente se tenga por efecto una confrontación. De ahí que a nadie debe resultarle extraño, mas sin embargo, nunca debe dejarse de lado procurar ingeniárselas para resistir sin agredir; presionar sin hostigar; posibilitar sin forzar; y hasta decir en silencio…

Defiendo y reivindico el derecho a opinar, a decir y escribir lo que se piensa. Pero existe una exigencia moral a los universitarios: procurar que la opinión sea lo más informada posible, genuina y honesta, aunque para ello no exista medida previa y absoluta. Lo que lamento es que profesores que tienen acceso privilegiado a los rotativos de mayor difusión en el país escriban para ocultar la compleja realidad en la que se enmaraña lo acontecido, que fue sólo un saldo puntual de infinidad de otros tantos acontecimientos. Sus retórica invisibilizadoras sólo auguran violencia. Una violencia que se asoma a los predios del recinto por defecto de las mismas viejas prácticas de manipulación ideológica que desde siempre han caracterizado la mano dura, sobre todo la de los espíritus de políticos estreñidos. Las alusiones a recuerdos históricos sacados de contexto están hechas de palabras que se traducen en leña para el fuego inquisitorial. En la Universidad repican hoy las campanas de la intolerancia, y se avivan las llamas de la hoguera de profesores jugando a ser inquisidores, a jueces de la moral civil y a policías de la cultura, cuyos temores son el efecto psicológico de sus propias imaginaciones inquisitoriales, moralistas y policiales, y que poco o nada tiene que ver con la maldad demoníaca atribuida a las brujas socialistas…

Hoy amenazan con investigar a los estudiantes, piden abrirles carpetas, sancionarlos o implementar castigos afines y penas más severas, como expulsarlos. La mano dura prevalece entre los ánimos de la administración universitaria, entre algunos estudiantes y profesores, que parecen no comprender aún que la represión solo engendrará más represiones. No saben que tal vez podrán reprimir los actos de estas juventudes, pero nunca suprimir el espíritu combativo de sus razones…

Con ellas y con él, vayan mis complicidades…

gazir

Texto editado

Hoy predominan en la escena mediática, en el ámbito de la producción de la opinión pública, quienes escriben en oposición e indignados cuando estudiantes reaccionan con empujones en una protesta o en línea de piquete, pero no mueven un dedo para solidarizarse contra eso que los movió a la protesta, ni mucho menos cuando a macanazos les rompen las cabezas… Estos personajes juegan el papel de intelectuales hipócritas en el gran espectáculo de la democracia moderna: conocen bien las historias de infinidad de opresiones pasadas, de regímenes de gobierno despóticos y sangrientos, de libros quemados y de poetas muertos. Ellos mismos y sus generaciones pueden haber sido víctimas en sus épocas de estudiantes y hoy no vacilan al momento de escribir contra los atropellos del pasado, pero son indiferentes e insensibles ante los abusos cotidianos del presente inmediato, al extremo que aclaman que se reprima a macanazos los empujones, para luego, ¿que más? ¿Reprimir con balas las pedradas…?

1 El Dr. Gazir Sued es escritor y profesor universitario en la UPR de Río Piedras.

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