viernes, agosto 06, 2004


Pedro Miguel
La Jornada

El siglo XXI empieza sobre una apabullante concentración de riqueza en unas cuantas manos, legalizada por las instituciones de propiedad industrial e intelectual, que afecta a los indios del Amazonas y a los consumidores de música en formatos digitales, a los seropositivos de Sudáfrica y a los oficinistas de la India, a los fieles mexicanos de la Virgen de Guadalupe y a los académicos de Argentina. El Norte emprende campañas, presiones y guerras para obligar a los miserables del Sur a respetar sus copyrights y los sumisos tecnócratas de este lado se hacen de la vista gorda ante las mafias de la piratería y la falsificación de productos, pero lanzan operativos de amedrentamiento para disuadir, con penas de cárcel, al potencial usuario de software no registrado o al posible espectador de un disco o de un video copiados sin permiso.

NO DEJA DE ser un robo el que una empresa de Luisiana (McIlhenny Co.) haya registrado como suyo el nombre de Tabasco y que así lo presuma en su sitio web: "TABASCO® is a registered trademark & servicemark exclusively of McIlhenny Co., Avery Island, LA 70513". No hace mucho, el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) cometió la tremenda burrada de aceptar la solicitud de registro de derechos presentada por un empresario chino sobre la figura de la Virgen de Guadalupe. "Por sentido común, una imagen que es propiedad de todos los mexicanos no puede adjudicarse a un particular", dijo entonces el cardenal Juan Sandoval Iñiguez. La santa indignación eclesiástica ocultaba, sin embargo, la preocupación por las implicaciones legales de un contrato celebrado el 31 de marzo de 2002 -un año antes- entre la Basílica de Guadalupe y la empresa estadunidense Viotran, mediante el cual la primera cedía a la segunda, por un lapso de cinco años y a cambio de 12.5 millones de dólares, los "derechos de propiedad" de la Virgen de Guadalupe para reproducir la imagen religiosa "en cualquier tipo de artículos que quiera comercializar: carteles, llaveros, estampas, velas, veladoras, relojes, tarjetas telefónicas, chamarras, objetos de oro y plata, etc.", y que incluían en cada objeto una "bendición especial" del arzobispo Norberto Rivera o de monseñor Diego Monroy Ponce, rector de la basílica.

HAY CASOS MUCHO más graves. "Recoger una planta de un huerto familiar de Ecuador fue suficiente para que la International Plant Medicine Corporation, con sede en Estados Unidos, obtuviera una patente estadunidense de variedad vegetal de una planta sagrada de la Amazonia: la ayahuasca". O bien: "En marzo de 2001, la Organización de la Propiedad Intelectual (OMPI) (WIPO por sus siglas en inglés) anunció el lanzamiento de un concurso de ensayo estudiantil en el que se pedía presentar trabajos con el título: '¿Qué significa la propiedad intelectual en su vida cotidiana?' Cualquiera que escribiera un ensayo en el que dijera que la misma significaba: 'no puedo comprar drogas contra el sida debido a los derechos de patente', o 'como agricultor no puedo acceder a las semillas protegidas por patentes y luego volverlas a sembrar', o 'como profesor no puedo distribuir material a mis estudiantes, debido a las restricciones impuestas por los derechos de autor', no ganaría el premio de la OMPI, sin importar qué tan bien sustentado estuviera o válido fuera su ensayo."

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